jueves, 17 de noviembre de 2022

HONESTIDAD



Todos sabemos que ser honesto es ser real, genuino, auténtico, de buena fe. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás, tiñe la vida de apertura, confianza, sinceridad y expresa la disposición de vivir a la luz. En cambio, ser deshonesto es ser falso, impostado, ficticio. La deshonestidad no respeta a la persona misma ni a los demás, busca la sombra, el encubrimiento, el ocultamiento. Es una disposición a vivir en la oscuridad. La deshonestidad no tendría ningún papel en un mundo que reverenciara la realidad y estuviera habitado por personas plenamente racionales. Los seres humanos, sin embargo, no somos plenamente racionales. Necesitamos práctica y estudio para convertirnos en personas integras y benévolas. Y en el interior podemos hacer cosas que la prudencia nos aconseja ocultar. Mentir es una fácil herramienta de ocultamiento, y cuando se emplea a menudo degenera en un vicio maligno. La honestidad es de suma importancia. Toda actividad social, toda empresa humana que requiera una acción concertada, se atasca cuando la gente no es franca.
¿Cómo cultivar la honestidad? Como la mayoría de las virtudes, conviene desarrollarla y ejercerla en armonía con las demás. Cuando más se ejercita más se afianza. Se puede responder con tres palabras: "tomarla en serio" y reconocer que es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la amistad, para la auténtica vida comunitaria. Pero se debe tomar en serio por si misma, no como la política más conveniente. Ser o parecer honesto no es evidentemente lo mismo. El desarrollo moral no es un juego. Deberíamos concentrarnos en lo que importa de veras, la clase de persona que somos.

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